La casa de Bernarda Alba
7 nov | 18h | Palau Altea
TEATRE EN CASTELLÀ
COMPAÑÍA MIGUEL NARROS
Como toda obra “clásica” – y la de Lorca ya lo es aunque nacida en un pasado muy cercano, va creciendo día a día ofreciéndonos facetas diferentes al compás de los cambios de la sociedad.
¿Que dice a los espectadores de hoy este “drama de mujeres de los pueblos de España” pues incide en la posición de la mujer en la sociedad con sus techos de cristal, diferencias salariales y su indefensión física ante la violencia provenga de donde provenga (Bernarda ocupa sin ser consciente o siéndolo demasiado, el papel de la autoridad, del manejo del poder económico y la representación del orden establecido) Y esa sería la mejor r reflexión o lectura de la obra desde hoy, siglo XXI. ¿De dónde viene ese poder establecido que parece inamovible tenga el aspecto que tenga?
Y creemos que Lorca habla de nuestros ancestros. La historia de Bernarda y sus hijas, como nuestra historia, tiene sus raíces antes de su nacimiento. Raíces profundas, retorcidas, de un origen lejanísimo y perpetuadas por quién sabe qué oscuros intereses. Es un origen ancestral que se sustenta en el miedo. Bernarda teme que todo cambie y ese cambio le haga perder su aparente e impuesta entidad, teme no saber qué hacer con una auténtica esencia vital que la desequilibre y por eso mantiene a fuego las normas con las que la educaron. Al igual podría decirse de sus cinco hijas, insertadas sin opción en un mundo inflexible y yerto pero cómodo, anestésico e inculto que las anula y por el que venden su libertad, salvo Adela y María Josefa … cuya acción de intentar realizarse es condenada con la muerte y la locura.
Obra sobre los ancestros qué no conocen la compresión ni la compasión hacia aquel ser que han creado. Como Saturno devora a sus hijos, Bernarda es devorada y devora sus deseos y los de sus hijas y como consecuencia sus vidas.
¿Pueden actualmente nuestros ancestros continuar devorándonos? ¿Sabemos reconocerlos, diferenciar aquellos que nos ayudan a crecer de los que nos destruyen? ¿Qué precio tiene hoy la necesidad de esa ruptura? ¿Estaríamos dispuestos a pagarlo?